Igualitos
Afirman profetas contemporáneos, guardianes de la moral y de las buenas costumbres, que estamos a pocas semanas del comienzo del Apocalipsis, uno de cuyos cuatro jinetes se nos presentará, coincidiendo con el inicio del curso escolar, en forma de asignatura de Educación para la Ciudadanía e inoculando en nuestros chiquitines los virus de la sodomía y el estalinismo.
“Reconocer la diversidad como enriquecedora de la convivencia, mostrar respeto por las costumbres y modos de vida de poblaciones distintas a la propia, e incorporar a los niños y niñas extranjeros en su nuevo entorno sociocultural”. Ése es uno de los objetivos de la nueva y polémica asignatuta. Los chavales aprenderán en clase valores como la solidaridad y la igualdad minutos antes de salir al recreo a patear un balón con sus recién estrenadas zapatillas (balón y zapatillas cosidos, respectivamente, por un pakistaní y una indonesia de su misma edad).
Por supuesto, no son los alumnos de primaria los culpables de estos contrasentidos y tampoco, aunque sean más responsables de la situación, son padres y profesores los que más fácil lo tienen para acabar con la explotación infantil en el Tercer Mundo. Sobra decir que poco se puede hacer si los que tienen el poder económico y político no dan el primer paso, un paso que no consista en declaraciones vacías y en insulsas campañas de imagen.
Mientras esto no suceda el mundo pobre y no educado para la ciudadanía pensará que la globalización bien entendida empieza por uno mismo y se verán historias como la repetida en China y en India, países productores de buena parte de los bienes de consumo de Occidente, donde niños que por su edad y condición social deberían estar cosiendo zapatillas Nike dejan el hilo y la aguja y avanzan un paso en la lucha por sus derechos calzándoselas para correr maratones. Un nuevo estilo de explotación infantil que consigue que tanto niños del primer mundo como del tercero sean iguales, al menos del tobillo para abajo.
Algunos detractores de la Educación para la Ciudadanía confían en que estas insólitas equiparaciones de derechos y obligaciones infantiles sigan extendiéndose a otros aspectos de la vida cotidiana de los menores subdesarrollados y esperan que, de una vez por todas, sean los pequeños los que se decidan a entrar a los misioneros en las discotecas de la zona.
Escuchando: Rapsusklei y Aniki - Se llama amor