Zapatero presidía esta tarde en la Real Academía Española la presentación de los nuevos dominios de Internet, dominios con marcado acento (y nunca mejor dicho) español que permitirán que las direcciones de nuestras futuras webs favoritas tengan eñes, tildes, cedillas,… ¡e incluso elles! A la espera de que saquen al mercado un teclado con el botón de la ele doble me he puesto a probar los dominios con eñe con la esperanza de encontrar alguno libre y ocurrente que poder subastar en eBay para financiarme los vicios.
He de reconocerlo: el primero que he probado, supongo que como la mayoría de los internautas hispanos, ha sido coño.com y, tal y como era de esperar, ya había sido registrado por una entidad cultural. El segundo intento ha sido con españa.com. También sabía que iba a estar habitado, pero esperaba encontrarme con Zapatero, García de la Concha y César Antonio Molina coreando desde una web institucional alguna frase ingeniosa llena de palabras que contuvieran los nuevos signos gráficos. Pero no, en vez de eso me he encontrado con una web que anuncia vuelos baratos, jamón de Jabugo y anuncios de contactos por SMS.
Hay una máxima contemporánea, ya desgastada de tanto repetirse, que afirma que si no estás en Internet no existes. A esa máxima precisamente es a la que se aferran en Teruel para defender su existencia con su propio punto com. ¿Pero y España? ¿No debería el Gobierno defender su dominio a capa y espada como lo que debería ser, uno de sus principales símbolos de identidad nacional? Cuando alguien de otro punto del mundo quiera saber algo de España, ¿se interesará por la nueva letra del himno nacional, se leerá la vida y obra de Juan Carlos Borbón o recurrirá al viejo truco de poner un .com detrás del nombre del país en el navegador?
Los políticos son muy aficionados a negar la evidencia. Para Clinton una felación no era sexo oral, ni para Schwarzenegger la marihuana es una droga, ni para Rajoy es cambio climático el calentamiento global del planeta. Frente a estas estrategias de negación hay empresarios, como estos instaladores de aire acondicionado, que optan por asumir la triste realidad y sacar de ella beneficio económico. Ni Marruecos se va a llevar Ceuta y Melilla ni España Gibraltar. Ya pueden desgañitarse los marroquíes en Tetuán ante la visita del Borbón o los españoles en La Línea cuando se acerca Ana de Inglaterra, que lo único que van a conseguir es perder tiempo y garganta.
El español medio es muy aficionado a las marcas gastronómicas. La mitad del apartado de comida del libro Guinness de los records la ocupan municipios españoles que en sus fiestas patronales se propusieron hacer el potaje con más garbanzos del mundo, la ensalada más grande del planeta o la chuletada más multitudinaria de la historia. En este tipo de eventos hay algo que es indispensable para que tengan éxito: una cola de miles de vecinos dispuestos a esperar de pie durante horas por dos cucharadas de paella en un plato de postre. Pero no sólo de pan vive el hombre, este pasado puente el Prado batió su record de visitas ya que decenas de miles de ciudadanos aguantaron pacientemente colas kilométricas sólo porque la entrada era gratis.
Esta noche, en el parte de Antena 3, un comerciante melillense respondía al ser preguntado acerca de la visita de los Borbones: “estoy muy contento y además me han regalado un póster para el escaparate“. Da la impresión de que ni los nuevos españoles se enteren muy bien de qué va el tema ni de que lo hagan los más veteranos, que van a vitorear al Rey como quien va a hacer cola al Prado o a una alubiada popular, porque sale en la tele y porque regalan banderas.
¿No sería mejor que a ambos lados de la frontera hicieran como los instaladores de los sistemas de climatización, afrontaran la cruda realidad y, en vez de gastar energía en discusiones estúpidas y en peleas entre embajadores que se olvidarán de aquí a unas semanas, se preocuparan por los símbolos nacionales que realmente importan, como españa.com?
Escuchando: Magyd Cherfi - Bénabar ou Delerm