May 2005


En mi anterior anotación les conté que papá era militar pero hasta ese día yo no tenía ni idea, me enteré el domingo por la mañana. Yo, que todavía no me entero bien de las cosas, pensaba que papá se dedicaba sólo a leer discursos y a esquiar pero no, el tío tiene tres trabajos. Para que luego se me quejen algunos en los comentarios de que no da un palo al agua… Pues eso, que yo ni sospechaba que era militar (a pesar de que se pasa sus buenos ratos jugando al Counter Strike) y mientras desayunábamos mamá y yo el domingo, le veo sentarse a la mesa con un uniforme de comandante. Empecé a reírme y no pude parar en varios minutos, pensaba que había vuelto a confundir la fecha de Halloween. Pero no, siguiendo el hilo de la conversación me di cuenta de que no había ninguna equivocación, que era militar y que íbamos a ir a una reunión que hacen cada año los del Ejército.

La reunión era en La Coruña. Yo pensaba que iba a ser un rollo, la típica reunión de ex-compañeros en la que los asistentes se cuentan cada vez las mismas viejas anécdotas sin gracia mientras sonríen, viendo la paja en el ojo ajeno, al pensar en que los demás están más calvos, más gordos y más divorciados que el año anterior. Pero no, nada de eso, los amigos de papá se lo montan mucho mejor: tanques, fusiles, aviones, una cabra, helicópteros, barcos, banderas, lanzagranadas,… No paraban de pasar soldados y nos fuimos a un palco para verlo mejor desde arriba y cual fue mi sorpresa cuando nos encontramos ahí… ¡al abuelo Juan! ¡Que también es militar! Si lo de la afición al ejército es como la calvicie, hereditaria, seguro que yo también entro. Ya me veo en la guerra, con mi corona y mi Cetme matando malos.

los tanques molan

Pero bueno, lo mejor de todo es que mi abuelo no es un militar del montón, mi abuelo es el jefe de todos, que les dice izquierda y es izquierda, derecha y es derecha, descansen y descansan. Y claro, teniendo un abuelo jefe no pude resistirme y le dije que me quería subir a un tanque. ¿Se han subido alguna vez en uno? A mí me encantó. Y eso que sólo me dejaron disparar una vez. Aunque la verdad es que me da pena que la mayoría de los niños españoles, por lo menos los niños pobres, no puedan jugar con los tanques. Cuando sea reina pienso sacar los tanques a la calle para que estén más cerca de la plebe.

Luego nos bajamos del tanque y seguimos viendo un rato el desfile pero empecé a aburrirme y la abuela me llevó a ver la cabra de la Legión. Pero también era muy aburrida, le dimos un poco con un palo a ver si se movía pero no hacía nada, estaba como desganada. Al final le pedimos a un legionario su bocadillo y se lo dimos a la cabra, que por lo menos empezó a mover la mandíbula, pero tampoco era muy gracioso, así que volvimos al palco con el tío Jaime.

Y poco más puedo contar de Galicia aparte de que se come de maravilla. No sé si las mariscadas serán buenas para el embarazo, pero mamá se puso fina. Aunque claro, es comprensible, tiene que alimentarse bien, el jueves vamos a Japón y a saber lo que nos darán allí de comer. ¡Sayonara, babys!

Siento haber estado tantos días sin escribir, pero les puedo asegurar que no ha sido culpa mía. Les parecerá increíble, pero no sé qué me ha pasado. Lo último que recuerdo es estar viendo la segunda edición del Telediario del domingo pasado. Mamá no se pierde uno desde que dejó el puesto, hasta pide que se los graben cuando por motivos de agenda no puede estar a esa hora delante del televisor. Le encanta sacarle fallos a sus sustitutas: que si qué mal pronuncia, que menudos pendientes de todo a 100, que si en qué club de carretera le han enseñado a maquillarse a ésa,… Bueno, que allí estábamos, viendo el Telediario en el salón mientras papá, que es militar, jugaba al Counter Strike en el despacho (aunque de eso ya les hablaré en mi próxima anotación) y en una de ésas que empecé a relajarme, a notar que los párpados me pesaban cada vez más, a dejar la mente en blanco,… y cuando me desperté ya era viernes.

Yo no es que entienda mucho de estas cosas, de hecho ni siquiera he aprobado aún parvulario, pero por lo que he podido leer en Internet, tantas horas de sueño seguidas sólo se dan en animales como el lirón y el pastillero que llega a casa el lunes a la mañana después de llevar desde el jueves moviendo la mandíbula. Yo ya estoy empezando a mosquearme y a pensar que mamá está tomando algo para acabar con las molestias del embarazo. O lo que es peor, estoy empezando a pensar que yo soy las tan mentadas molestias del embarazo. Por si acaso, y con un gran miedo en el cuerpo por si esto vuelve a suceder, he dejado de dar patadas a la pared en mis momentos de aburrimiento.

el tío chivato

Lo que les iba diciendo, que me desperté el viernes pero al menos desperté con una buena noticia, porque esa misma mañana nos íbamos a inaugurar la Feria del Libro de Madrid. He de reconocer que, por cuestiones de infrestructura, los únicos libros que he leído hasta el momento han sido en formato digital, pero aún así me interesan mucho estos objetos de decoración. Y es que en casa se discute mucho sobre literatura, mamá está a punto de convencer a papá de que el libro de Harry Potter es mejor que la película.

La cosa es que estábamos allí, de caseta en caseta, saludando a la plebe, soportando el calor, recibiendo tantos libros de regalo que llegó un momento en el que papá tuvo que empezar a aceptar sólo los que venían con dibujos. Y de tanto andar, de tanto sonreír y de tanto estrechar manos y posar para la prensa nos entró hambre. Lógicamente, no íbamos a entrar al primer bar que encontráramos a pedir un bocadillo de lomo, así que volvimos a Palacio. Y ahí empezó la tormenta. En la puerta de casa nos esperaba nervioso, en pie, y con la cara completamente pálida, el tío Jaime. Papá y mamá pensaban que algo malo había pasado, que habían heredado antes de tiempo o algo así. Y algo realmente malo había pasado. En cuanto papá se acercó el tío Jaime le dio, completamente serio, el Tentaciones de El País. El tío Jaime se lee todas las revistas y suplementos de tendencias, nacionales y de importación, y se enteró así de la existencia de mi diario. El disgusto en casa ha sido tremendo, la familia se ha tomado muy mal la existencia de este diario y peor aún que hayan hablado de él en el periódico de mayor tirada del país. No quiero describirles la bronca que me ha caído, sólo les digo, para que se hagan una idea, que este verano me van a mandar a un internado de monjas en Irlanda para que aprenda inglés y disciplina, que el tío Jaime ya no quiere que Vicky juegue conmigo porque dice que soy una mala influencia y que los patucos oficiales que me había hecho Pertegaz se los han dado a la tía Cristina, para que los aproveche el cuarto principito catalán. Y todo por dibujar a mamá con “jerseys y pantalones de mercadillo“, como decía el tío Jaime. Me han amenazado con quitarme el ADSL si a partir de ahora no la dibujo vestida por Lorenzo Caprile, así que si notan cambios en los dibujos ya saben a qué se debe.

Y pensaba hablarles de lo bien que lo hemos pasado hoy en lo de los tanques, pero como me he enrollado mucho lo dejo para la próxima anotación. ¡Viva la Legión!

Si la anotación anterior la terminaba un poco tristona la de hoy la empiezo muy contenta. Porque aunque yo me quedase sin ir a Disneyworld, papá tuvo tiempo de hacer una visita de carácter no oficial en su viaje relámpago a Estados Unidos. Dice que se subió a la Space Mountain, mamá no le cree, dice que no se atreve, y los guardaespaldas callan y otorgan. Pero eso da igual, lo importante es que papá nos ha traído a todos, de recuerdo, unas orejas de Mickey Mouse. Y hoy nos las hemos puesto, porque hoy era un día muy especial.

Y era especial porque celebrábamos dos cosas: el primer aniversario de la boda de papá y mamá y que es la primera vez que se reúne toda la familia, primos y tíos catalanes incluídos, desde que se sabe oficialmente lo de mi existencia. La idea era que hubiera tres motivos de celebración, pero al final quedamos cuartos en Eurovisión y no apetecía celebrarlo. Ya, ya lo sé, cuartos por la cola, pero cuartos al fin y al cabo.

Cuando nos juntamos todos para pasar el domingo, sobre todo ahora que empieza a hacer buen tiempo, al abuelo le encanta hacernos una paella en el jardín de Palacio. Así que hoy, como tenía que cocinar, ha encontrado una buena excusa para no venir a misa, y mientras salíamos todos en los coches hacia la iglesia, el abuelo ha empezado a dar instrucciones a los del servicio de cocina de Zarzuela para que sacasen al jardín el fuego y todo lo que hiciera falta para preparar la paella. La misa ha estado bien, el cura ha confirmado mi idea de que los socialistas no son muy de fiar. Por lo que ha dicho quieren matarnos a todos los fetos y casar a señores con señores. Me he imaginado que papá fuera mi papá y que el tío Jaime fuera mi otro papá y no he podido parar de reirme. Al cura se le ocurre cada cosa… Hoy han pasado el cepillo Juan Valentín y Pablo Nicolás. Normalmente lo pasan Felipe Juan y Vicky, pero por un día que venían los catalanes el cura les ha dejado a ellos. Y lo han hecho muy bien, se nota que su madre trabaja en La Caixa, normalmente Felipe Juan y Vicky se despistan, pero éstos no quitaban ojo del cepillo.

el abuelo cocinando

Cuando hemos llegado de vuelta a Palacio ya estaba todo preparado en el jardín y el abuelo les ha dicho a los cocineros que ya podían poner el aceite a calentar. Hemos ido a quitarnos la ropa de los domingos y a ponernos un poco más cómodos. Cuando hemos vuelto a salir al jardín el abuelo ya estaba haciendo señas para que pusieran a dorar los langostinos y los pimientos. Mientras tanto papá sacaba de la cocina uno de los jamones que le dieron el otro día en Teruel, la tía Elena le seguía con un cuchillo y han empezado entre los dos a cortar jamón para todos. En cuanto el abuelo ha dado la orden, los del servicio de cocina han echado el arroz en el aceite. El tío Iñaki y el tío Jaime han sacado al jardín una neverita con latas de cerveza y mientras, la tía Cristina le daba a mamá consejos sobre el embarazo. La tía Elena sabe la mitad sobre estas cosas que la tía Cristina, pero también ha querido poner su granito de arena y, sin dejar de cortar jamón, le ha dicho a mamá que evite dormir boca abajo. Cuando el abuelo ha visto que ya era el momento, uno de los cocineros ha incorporado el caldo sobre el arroz y el otro ha echado sal hasta que el abuelo le ha dicho que pare. Yo me he puesto con los primos a jugar al fútbol, los tres rubios eran el Barcelona y nosotros el Madrid. Se ponían muy pesados cada vez que marcaban un gol, nos decían que saludáramos al campeón y decían también otra palabra hasta que les ha oído la abuela. Como ya cansaban, los primos madrileños les hemos dejado que siguieran jugando solos. La abuela ha sacado ensaladilla rusa y unos platos con aceitunas y el abuelo les ha pedido a los cocineros que echaran ya el marisco sobre el arroz. Felipe Juan, Vicky y yo, hemos puesto la canción de “Brujería” en el radiocassette del coche de la tía Elena y nos hemos puesto a hacer la coreografía delante de la abuela. Cuando hemos acabado los del servicio de cocina han dejado reposar el arroz cuando el abuelo ha visto que ya estaba y han ido dentro a llamar a los sirvientes que se encargan de poner la mesa.

Lo hemos pasado muy bien en la comida. En la mesa de los niños hemos hecho batalla de arroz y todo, pero ha venido la tía Elena y nos ha echado la bronca, nos ha dicho que no sabía cómo no nos daba vergüenza tirar el arroz con lo rico que le había salido al abuelo. Y como tenía razón hemos estado más tranquilitos el resto de la comida. De lo que se ha visto y hablado durante la sobremesa prefiero no hablar, primero porque son asuntos de Estado y segundo porque creo que ya me he extendido bastante por hoy. Sean buenos y trabajen para levantar el país.

Veo en los comentarios de mi anotación anterior que a la plebe no le ha hecho mucha gracia la posibilidad de una futura unión Agag-Borbón. Como no dudo de su sensatez les haré caso y lo dejaré pasar, por lo menos, hasta que el próximo nietísimo llegue a la adolescencia. Lo que tengo claro es que el día que busque un padre para mis hijos comenzaré la búsqueda entre la descendencia de los que hoy forman parte de las populares Nuevas Generaciones. Y es que ayer, como en casa nos gusta ser demócratas, invitamos a los de Juventudes Socialistas a pasar la mañana en Zarzuela y he tenido la ocasión de comparar.

Está mal que una futura reina parezca una portera, pero no puedo evitar criticar a los cachorros del PSOE. Ya sé que tengo todas mis necesidades cubiertas, que tengo cunas para dar y regalar y que cualquier obsequio que pueda recibir a estas alturas acabará muy probablemente en los sótanos de Palacio, pero de ahí a que vengan y nos regalen dos tristes pins de propaganda cuando los futuribles del partido de la oposición me trajeron un cochecito… Y eso puedo llegar a perdonárselo, pero que una de ellas llegara a Zarzuela con vaqueros y una camiseta como las que vendían en Ibiza la semana pasada en los puestecillos de hippys,… Vamos, que una, como buena borbona que es, es campechana pero sabe apreciar la elegacia, y en eso los jóvenes populares les dan unas cuantas vueltas.

Pasando a temas más cotidianos, he de confesarles que en la realeza no sólo sabemos vivir bien, sino que además sabemos comer bien. Yo todavía no he podido comprobarlo de primera mano porque todo lo que como me llega a través de la placenta, previamente digerido por mamá, pero ya he oído hablar de los potitos que me esperan al salir, potitos hechos por el jefe de cocina de Zarzuela a base de ingredientes de los que ustedes, que en el mejor de los casos compran en el Carrefour, ni siquiera habrán oído hablar. Lo que les decía, que aunque aquí todos, incluso la tía Elena, exhibamos una espléndida figura, somos de buen comer, por eso nos dió mucha pena a mamá y a mí que las continuas molestias del embarazo no nos permitieran acudir el miércoles con papá al Congreso Mundial del Jamón, en Teruel.

¿a dónde vas? jamones traigo

De todas formas nos sirvió de consuelo que papá no volviera esa noche a casa con las manos vacías. Nos hemos tenido que acostumbrar a rechazar sonajeros y biberones pero hay una ley no escrita en nuestra familia que nos prohíbe rechazar regalos en forma de jamón serrano. Y ya saben cómo son estos congresos del jamón, que pasas por un stand y te dan uno de pata negra, que vas al siguiente y cae uno de Jabugo,… Por supuesto, había stands en los que se limitaban a preguntar a papá qué tal llevaba mamá lo del embarazo, y para esos casos papá, que tiene madera de líder, siempre tiene guardadas cuatro o cinco indirectas en la manga: que ella está bien pero que es una pena que no pueda probar tan deliciosas viandas; que el embarazo sigue su curso pero que temen que el bebé les salga con un antojo con forma de jamón; que las vitaminas y minerales de un jamón de bellota como ése sólo pueden hacerle bien al feto del futuro heredero,… y claro, ante semejantes indirectas ya me dirán ustedes quién va a negarse a ofrecerle uno de los jamones del stand. Bueno, no hace falta que me lo digan, ya se lo digo yo. Con un expositor catalán se le agotaron a papá sus cinco indirectas y tuvo que recurrir a las directas de dos de sus guardaespaldas, pero al final también le obsequiaron amablemente con un jamón.

Y ahí estuvieron, después del congreso, papá y su séquito de agentes de seguridad llenando de jamones los cuatro coches en los que habían ido al congreso. Al final, la mayoría de los guardaespaldas tuvo que volver en autobús a Madrid porque no cabían en los coches oficiales. De todas formas estamos muy contentos. El domingo vamos a reunirnos toda la familia y repartiremos los jamones. Los que sobren se los echaremos a los perros de Palacio.

Y ya que les he hablado de la pena que me dio no poder ir a Teruel, también he de confesarles que me da mucha pena no poder ir a Estados Unidos con papá, que acaba de salir hacia el aeropuerto. Estoy empezando a cansarme de tantas molestias de mamá, se podría tomar una Biodramina. Por su culpa me quedo sin la visita a Disneyworld que me habían prometido.

En primer lugar quiero hacerles saber, queridos lectores, que éste su feto ya tiene dominio propio. A partir de ahora covadongaborbon.com les traerá automáticamente hasta este diario. Si les parece más sencillo de recordar, o si sencillamente les parece un nombre de dominio más elegante, pueden utilizarlo siempre que quieran de ahora en adelante.

En segundo lugar quiero pedirles perdón por faltar ayer a mi cita virtual con ustedes. No se acostumbren, de todas formas, a que me disculpe cada vez que me ausente, porque con la cosa de las molestias del embarazo no es improbable que lo haga con más frecuencia de la deseada. Si mamá tiene molestias imagínense yo, que ni siquiera puedo salir al balcón a tomar el aire. Como no pude contarles lo que hice ayer, y como hoy ha sido un día bastante aburrido, paso a relatarles lo más interesante de la jornada de ayer lunes.

Resulta, que mientras mamá y yo estábamos desayunando plácidamente en la terraza llegó papá corriendo preguntándonos si no sabíamos qué hora era, diciendo que teníamos visita, que dejáramos de desayunar, nos pusiéramos los tacones y bajáramos corriendo a la salita de las visitas, que si teníamos hambre ya podríamos pedir un bocadillo a media mañana. Yo estaba muy nerviosa porque no sabía quién venía a visitarnos y también tenía miedo de que fuera alguna persona vieja y aburrida como la vicepresidenta, un banquero o Rouco Varela. También llegué a pensar que era una broma para vengarse. Mamá se lo hace mucho. Cuando papá se queda dormido en el sillón, después de comer mientras lee a Zipi y Zape, a mamá le gusta despertarle gritándole, toda nerviosa, que se ponga rápido la corona, que ha llegado Lady Di y que está esperando en el piso de abajo. Papá suele tardar un poco en darse cuenta de que es una broma, generalmente es ya en el ascensor cuando cae en que el protocolo no dice que tenga que ponerse la corona cuando viene una princesa de visita.

mi boda soñada

Me he vuelto a enrollar… decía que temía que la visita fuera algún anciano aburrido o que fuera una broma, pero ni una cosa ni la otra. Afortunadamente los que nos estaban esperando abajo eran chavales jóvenes, guapos, limpios, educados e inteligentes. Vamos, que he tenido suerte de que mi primer contacto con la juventud española (sin contar a Vicky y a Felipe Juan) haya sido con las Nuevas Generaciones del Partido Popular. Al principio la conversación fue un poco fría y distante, que si felicidades, majestades, por el heredero que esperan; que si felicidades a vosotros por ser tan jóvenes y a la vez tan demócratas; que si a ustedes más felicidades todavía por ser tan campechanos; que si parece que se está nublando,… Las conversaciones en este tipo de actos suelen ser bastante previsibles y aburridas.

Pero según iba avanzando la visita, el grupo se apartó y pudimos ver detrás de ellos un carrito de bebé que habían traído de regalo (para mí). Mamá, papá y yo nos pusimos muy contentos. Con éste ya son 361 los carritos que tenemos en los sótanos de Zarzuela. Dentro de cuatro visitas voy a poder estrenar carrito nuevo cada día del año. Con eso ya se rompió el hielo y poco rato después ya estaban poniéndose en la cola para tocarle la barriga a mamá. Lo pasamos bastante bien y nos reímos mucho, a excepción de cuando un joven afiliado de no recuerdo qué zona rural apretó la barriga con algo más de fuerza de lo que habitualmente marca el protocolo. Mientras iban pasando nos dieron una buena noticia, una amiga de los chicos que se llamaba Ana y que por lo visto es hija de un amigo del abuelo, también va a tener un niño en noviembre. Una de las integrantes de la comitiva, con pinta de ser un poco celestina, dijo que sería bonito que en caso de nacer cada uno con un sexo diferente pudiéramos llegar a casarnos algún día uniendo a dos de las familias más importantes del país. Y si el nene que espera Ana es tan guapo como decía la chica ésta que es el abuelo, yo creo que también sería bonito que nos casáramos algún día.

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