Supongo que comprenderán que tenga este diario virtual un tanto abandonado, son muchas las obligaciones de una princesa en miniatura, y más en estas fechas de tanto compromiso familiar y social. Además, he de reconocer que ahora tengo otro diario, uno de papel con portada de Jordi Labanda que me regaló papá hace tres semanas y ahora acostumbro a escribir ahí mis intimidades, pongo que me gusta un poco mi primo, lo que le vi haciendo al tío Jaime en el baño en Nochebuena, lo que me gustaría hacer cuando sea reina,… cosas de esas. Eso sí, en mi diario de papel echo de menos los comentarios de la plebe, así que aprovechando que ahora estoy con papá y mamá unos días descansando en Lanzarote me he animado a escribir de nuevo por aquí.
Me han pasado muchas cosas desde la última vez que escribí, aunque supongo que ustedes sólo se habrán enterado del revuelo que se armó cuando papá, mamá y los guardaespaldas me llevaron a comprarme un pijama a Zara. Mamá acabó un poco harta de todo lo que se habló en la tele sobre nuestra jornada de shopping. Hasta acabó discutiendo con papá y gritándole que si su madre (la de papá) supiera hacer punto como el resto de las abuelas no tendrían necesidad de ir a Zara como cualquier hijo de plebeyo.
Pero pasemos a temas más agradables, que para eso estamos en Navidades, así que voy a contarles cómo las pasamos en Palacio. Nuestra cena de Nochebuena es como cualquier otra cena familiar del resto del año, la única diferencia es que antes de pasar a la mesa el abuelo nos pone un vídeo suyo (aunque no hacemos mucho caso porque para entonces ya estamos con los aperitivos y la gente anda más pendiente del jamón que de la tele) y que los potitos esa noche son de bogavante.
Luego pasa como en el resto de las familias, se empieza a comer, se empieza a beber, se sigue bebiendo, se bebe un poco más y en una de éstas cambia el tema de conversación y aparece la política de por medio. Y ahí empieza a caldearse el ambiente y la discusión sube de tono, unos gritando que la Constitución y la unidad de España son muy buenas y otros defendiendo a grito pelado que son buenísimas. Para calmar el ambiente llega la abuela con una botella de cava y unas copas y propone un brindis, el tío Jaime se levanta a duras penas y vocifera algo del boicot a Cataluña, el tío Iñaki le pide por favor que se calle y se siente, hombre, que le va a dar algo, brindamos, hacemos pasar al coro para que se cante unos villancicos, comemos mazapán y poco más. Vamos, como en la mayoría de las familias del país, supongo.
En lo que sí que nos diferenciamos es en lo de los regalos porque como nosotros, por aquello de los principios, somos bastante monárquicos, somos más de Reyes Magos que de Papá Noel, así que la mayor parte de los regalos nos llegan el día de Reyes. Aún así vino Papá Noel a Palacio. Y es curioso, porque le había visto bastantes veces por televisión pero así en persona decepciona un poco. Cojea, cuando habla huele a minibar y tiene la misma voz que el tío Jaime. Pero por lo menos me ha traído toda la colección de las Bratz bebé, que son las que más nos gustan a Irene y a mí. De hecho para Reyes nos hemos pedido un piercing en el ombligo y un sujetador con relleno. Ya les contaré si me lo traen. Hasta entonces pasen unas felices fiestas y entren en el nuevo año con el mejor de los pies.