November 2005


¿Sabían que según las reglas del protocolo hay tres tipos de cucharillas diferentes para comer potitos? Hay una para los potitos de verdura, otra para los de carne y otra para los de pescado. Los potitos de espárragos se pueden comer con las manos. Si bien es cierto que aún no estoy destetada y que no he probado los potitos, ya son muchos los capítulos del Manual de protocolo en Palacio contado a los niños que me he tenido que estudiar. Hay cosas, como que está mal visto que una futura reina dé el pecho a su vástaga en público, que no me han pillado de sorpresa, pero hay otras reglas protocolarias realmente extrañas. No comprendo porqué la última nana del día que le cantan a un bebé heredero deba de ser el Himno Nacional.

De todas formas hoy domingo hemos olvidado por unas horas el tema del protocolo y es que, como ya les he contado en alguna ocasión, los domingos dejamos de ser la Familia Real para pasar a ser la familia Borbón y juntarnos, como cualquier familia española, a hacer una comida familiar. Tampoco es que nos juntemos todos los domingos, porque los fines de semana son días bastante socorridos para, dependiendo de la época del año, darle a la vela, el esquí, la caza o la hípica, pero hoy teníamos algo importante que celebrar y nos hemos juntado todos, hasta el tío Leandro.

Y es que hoy cumplía el abuelo treinta años en el mismo puesto de trabajo. Como hacía bastante frío en el jardín les hemos dejado a los cocineros que hicieran la paella dentro mientras los mayores tomaban el aperitivo en el salón y comentaban todas las novedades de la realeza europea. No hace falta decir que el principal tema de conversación he sido yo. Parece que están todos encantados conmigo en palacio. A la abuela se le cae la baba cada vez que habla de mí y dice mamá que no es por la edad sino por lo contenta que está de que conmigo se perpetúe la especie.

Mientras los mayores criticaban los modelitos que llevaban ayer algunas princesas en Mónaco, las tres primas nos hemos puesto a ensayar un baile para darle una sorpresa al abuelo. Irene, que como es catalana es un poco rarita, ha dicho que teníamos que hacer algo de ballet pero Vicky y yo nos hemos negado en redondo y por votación democrática hemos acabado preparando la coreografía de A toda mecha. Santa Justa Klan es el grupo preferido de Vicky, más incluso que Antonio José, por eso se emociona cuando canta lo de “no te hagas la estrecha” y como gritaba tanto papá nos ha puesto la tele para que estuvieramos calladitas.

La verdad es que lo más divertido del día ha sido ese rato en el que hemos estado viendo los Simpson, porque después de la comida el tío Jaime se ha puesto a leer un discurso que había preparado para la ocasión y entre que lee despacio y que no paraba de repetir que el abuelo, con sus tres décadas en el mismo puesto de trabajo, era todo un ejemplo para los jóvenes españoles que no aguantan ni un mes, me ha entrado el sueño y para cuando me he despertado ya se habían ido todos de palacio.

Ya pueden perdonarme que no haya contado aún nada de mi primera semana de vida, pero nada más cortarme el cordón perdí mi conexión umbilical y hasta que no he llegado este mediodía a Zarzuela no he podido conectarme al wireless de palacio. De todas formas supongo que poco podré contarles que no hayan visto ya a través de la televisión. Seis meses llevaban algunos de ustedes chinchándome diciéndome que iba a salir niño y moreno y por fin hoy ha podido comprobar toda España que Cova no mentía, que Cova es más rubia que muchas nórdicas. Bueno… Cova… que ahora les ha dado por llamarme Leonor, pero bueno… eso es un nimio detalle. De hecho en nuestra familia tenemos la costumbre de llamar Felipe Juan a Froilán, Vicky a Victoria Federica, a la tía Cristina la llamamos Cris y al tío Jaime… esperen, creo que estoy hablando demasiado.

Decía que seguramente habrán visto por televisión todo lo que pasaba en la clínica, aunque imagino que lo único que habrán visto era lo que pasaba fuera, cuando entraban y salían mis visitas. Porque vino a verme todo el mundo: mis abuelos, mis bisabuelos, mis tíos, mis primos, los tíos de papá, los primos de papá, amigos, ministros, conocidos, empresarios,… En la habitación de al lado había una familia de gitanos velando la agonía de un patriarca y a nuestro lado parecían una familia monoparental. Aparte de las visitas también tuvimos a papá, que con la excusa de la baja paternal se ausentó algunos días del trabajo ése que hace y se quedó en la clínica viendo unos deuvedés de “Comando G” que me había comprado porque no encontraba la sección de peluches del Hipercor. O eso decía.

¿Qué más anécdotas puedo contar de mi estancia en la clínica? La verdad es que han pasado muchas cosas: enfermeras que entraban con móviles con cámara escondidos entre las toallas, amigas de mamá que venían a verme y me sacaban parecidos con antiguos compañeros de trabajo, las caras de asco que ponía papá cada vez que me cambiaban las enfermeras los pañales,… pero lo más gracioso fue cuando tuvimos que encerrar dos horas a Felipe Juan en el armario porque por fin comprendió el concepto de sucesión al trono y no paraba de chillar.

Pero hoy por fin he salido y ya estoy en casa. Esto es enorme, hay dos piscinas, una cubierta y otra al aire libre, un salón grandísimo que moviendo un poco la mesa se puede montar una pista de baile más que decente, y luego hay un minibar que tiene más de bar que de mini. En cuanto mis padres se vayan fuera un fin de semana monto una fiesta en casa. Ah, bueno, se me olvidaba. A mí me han instalado en la habitación de invitados, que la han acondicionado especialmente para mí con posters de las Supernenas, de Pucca y de una tal Heidi. Papá ya está pensando en el próximo parto, dice que por espacio que no sea, que aunque ahora esté ocupada la habitación de invitados todavía nos quedan el cuarto de convidados, el dormitorio de visitantes, la alcoba de albergados, el cuarto de acogidos, la estacia de las visitas, el aposento de asistentes,…